La complicada relación entre moda y feminismo: revelarse vende-moda contestaria

Las reconocidas feministas Gloria Steinem y Dorothy Pitman Huges, 1971. National Gallery, Smithsonian Institution.

Este es el segundo de tres artículos que analizan la complicada relación entre la moda y el feminismo, en el marco de la Semana Internacional de la Mujer.

Mailye Matos

Desde que Beyoncé nos sorprendió con el extracto del Ted Talk de Chimamanda Nozi Adichie We should all be feminists en su sencillo Flawless, la ideología feminista ha resurgido con tanta fuerza como en la década de los 1960’s.

Tema que se aborda a diario de alguna u otra manera, no está exento de interpretaciones erróneas y pobres revisiones históricas. Después de todo, vivimos en tiempos en que la información se torna cada vez más efímera con el desplazo de la misma para dar paso a la novedad.

El feminismo, como tantas otras ideologías anti sistema, ha caído preso de la diversidad de herramientas que ofrece el capitalismo para convertir cualquier cosa en producto. ¿Quién iba a imaginarse, en tiempos en que las ideologías llevaban discursos mesiánicos que sacudían las masas al grito de ¡Patria o Muerte! que Karl Marx se convertiría en alcancía y que el Che Guevara pasaría a ser camiseta? ¿Pensaría Frida Kahlo, mujer símbolo del feminismo mundial y comunista recalcitrante, que su cara adornaría bolsos, zapatos, libretas, agendas, convirtiéndose en comodín de festivales, tiendas de museos, artículos de oficina y personas que no saben cómo disfrazarse en Halloween?

Ya tuvo que admitir Vivienne Westwood, que mientras creaba moda Punk para ir en contra del sistema, el sistema se apropiaba y vendía sus ideas.

En la era de la simulación se puede profesar cualquier ideología sin compromiso real, también se puede capitalizar con ellas. Los políticos lo tienen muy claro, hace año y medio una de mis estudiantes celebraba que el gobierno de Pedro Sánchez tenía un gabinete compuesto por una mayoría de mujeres que además vestían diseños de mujeres, esto último no he logrado corroborarlo.

El mensaje no importa, queremos saber qué lleva puesto el mensajero. Es aquí donde hace su entrada triunfal el sistema de la moda. El ejemplo más tangible es el As que Maria Grazia Chiuri ha puesto sobre la mesa desde que dirige Dior, la T-Shirt gráfica.

La ejecución repetitiva y poco novedosa de la directora creativa, se aplaca con slogans tales como el We Should All Be Feminists de su debut en la marca, al Sisterhood is Global entre sus colecciones más recientes. Chiuri ha convertido los títulos de feministas de la talla de Chimamanda Ngozi Adichie y Robin Morgan respectivamente, en camisetas coleccionables que han desatado una ola de imitaciones que parece no tener fin.

De igual forma, en su promesa de novedades feministas, ha colaborado con mujeres artistas en el set de sus desfiles como manera de “otorgarles visibilidad”, como ha sido el caso de Tomaso Binga.

Kevin Tachman Chanel primavera/verano 2015.

Y es que para el mercadeo, las relaciones públicas y la publicidad rebelarse vende. ¿Si no, que razón tendría Karl Lagerfeld para orquestar un simulacro de protesta (con megáfono, carteles y silbatos incluidos) en su colección primavera/verano 2015, en el advenimiento de Me Too y el Women’s March con frases como ladies first y feministe mais feminine?

Sencillo, en un momento histórico en el que los diseñadores se ven obligados a ceder su rol de prescriptores para responder a los deseos del público, no participar en la discusión es peor que participar y no aportar nada.

Aunque no podemos negar que otorga visibilidad, el problema con este tipo de manifestación creativa, es que deja a un lado el bagaje histórico del esfuerzo colectivo a favor de la igualdad y nos lleva a descubrir, una y otra vez, a las mismas personas que gestaron las manifestaciones con propósitos claros y visión de futuro, solo en la superficie; para convertirlas en un producto más, que tarde o temprano pasará de moda.

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